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El caso del mismo Gabriel García Márquez puede considerarse un ícono para las tradiciones de censura, intolerancia y represión sobre las voces que parten del periodismo. El escritor colombiano tuvo que exiliarse a principios de la década de 1980, ya que el gobierno de Julio César Turbay Ayala lo consideraba un aliado de la antigua guerrilla del M-19. Con la creciente incertidumbre de ser apresado por las fuerzas militares o policiales colombianas, Gabo se vio obligado a exiliarse, siendo su destino final México. Las intimidaciones que sufrió Gabo no solo fue por ser una fígura pública que estaba en boca de las esferas de la cultura, la literatura y el periodismo en Colombia, sino que también fue un constante interlocutor crítico sobre el recrudecimiento del conflicto interno y el fenómeno del narcotráfico y los inicios del paramilitarismo en el país. En ese sentido, una voz crítica frente a un gobierno con tendencias autoritarias solo tendría como destino una posible detención y encarcelamiento de manera indefinida. Claro está, también podría incluirse en el arsenal del Estado de sitio en el país para esa época el coartar las libertades de expresión, las detenciones arbitrarias y el uso de la violencia, como las torturas o las ejecuciones extrajudiciales.
Infortunadamente, el exilio plantea un escenario de distanciamiento con la realidad a la cual el periodista intenta aprehender y comunicar a la sociedad. También, de encontrar los espacios obscuros, las contradicciones de los personajes en el poder y el desenmascaramiento de los responsables que hayan cometido actos ilícitos, injustos y de dudosa ética. En suma, que las personas del campo periodístico tengan que exiliarse, implica que los poderes de un territorio pueden tener mayores ventajas para sacar provecho de su estatus e incrustar accionares injustos o ilícitos.
Finalmente, las propuestas de la educación mediática no solo muestran la importancia generar habilidades de lectura crítica, contraste de fuentes documentales o testimonios, sino que también es una invitación para evidenciar las vulnerabilidades o fragilidades que tienen las sociedades democráticas contemporáneas. En ese orden, la labor por la verificación de la información y el contraste de versión sobre un acontecimiento muestra la centralidad del rol de las personas en el espectro periodístico para lograr un control más adecuado sobre las preocupaciones públicas que tenemos como sociedad.