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“Se le apagó la radio a un pueblo”, es la frase con la cual Jeanneth Valdivieso empieza relata el asesinato del periodista Mardonio Mejía Mendoza de 65 años, en San Pedro, Bolívar. El hecho se perpetró el pasado 24 de enero, en el momento en que Mardonio Mejía llegaba a su casa en la cual quedaba ubicada la emisora comunitaria que dirigía, llamada Sonora Estéreo. Dos sicarios lo abordaron en la entrada de la casa y uno de ellos descargó dos disparos sobre su cabeza, ocasionándole la muerte de manera inmediata.
Gracias al apoyo de los vecinos fue posible capturar, ese mismo día, a Ledinwit Yesith Díaz Mercado, uno de los presuntos asesinos, quien se había escondido cerca al lugar de los hechos. Jonathan Bock, director de la Fundación para la Libertad de prensa (FLIP), comenta que, dentro de las posibles hipótesis sustentadas por las autoridades, la que toma mayor fuerza hace alusión a una posible consecuencia de su labor como periodista ya que a través de las emisiones manifestaba su inconformismo con los casos de injusticia y violencia de su región.
La policía de Sucre asegura que Mejía no tenía denuncias por amenazas, sin embargo, en “El Universal”, diario de Cartagena, en 2013 publicó que el periodista había recibido misivas de muerte por haber cuestionado la organización de los festivales de San Pedro.
Mardonio Mejía se caracterizó por ser un personaje importante para su población y usando un lenguaje coloquial mantuvo a su región al tanto de lo que sucedía en el país.
¿Qué crees que podría pasar en el mundo si más periodistas cedieran ante la intimidación en lugar de continuar con su trabajo frente al peligro?
La respuesta a esta pregunta arroja razonamientos, desde mi punto de vista, egoístas, ya que es fácil animar a que se cuestione la actitud de la labor de los periodistas, pero sin medir las consecuencias que esto acarrea para su integridad. El ideal sería motivar a que se mantengan en su postura de cumplir con su misión a pesar de los obstáculos que encuentren en el camino, pero sin un respaldo ético de la sociedad, estaríamos mandando al cordero a los brazos del lobo. Considero que la pregunta no debería recaer sobre ellos sino sobre nosotros como actores responsables de los valores morales en una sociedad que busca ser justa y equitativa.
Reflexión: Callar el verdad es el camino fácil para una mentalidad de conformismo e indeferencia. En un mundo donde los medios de comunicación actúan, la mayoría de las veces, bajo la amenaza y la intimidación, no conduce a un abismo de desinformación y cegamiento. El ejercicio propuesto en esta actividad, despierta un interés profundo sobre cuál es el papel de persona en la defensa del derecho a la libre expresión. Si el periodismo, por su naturaleza conlleva a quien lo elije a experiencias de riesgo, en su defensa siempre estará el beneficiar a alguien débil o víctima de injustticia, entonces deberíamos actuar como agentes activos y al unísono alzar la voz cada vez que se evidenie este tipo de injusticias. Sí lo sé, útopico mi comentario, pero en el fondo, ese es el debe ser de una problemática que nos compete a TODOS.
Similitud: La violación de los derechos humanos y la censura de la libertad de expresión.
Diferencia: La forma en qué actúan los opresores, que coincide con la posibilidad de actuar. Lastimosamente, en ocasiones, a pesar de activar las alarmas, las víctimas no cuentan con la oportunidad de vivir para contarlo.
La importancia de la educación mediática: La concienciación del papel de los periodistas para la defensa del derecho a la libertad de expresión, resulta ser una luz en el camino. Formar ideales de respeto, desde las edades más tempranas, y promover la cultura de la tolerancia y la empatía, siembra esperanza y respaldo para aquellos que son nuestra voz ante el mundo.