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La información y el conocimiento son poder, todo depende de quien lo tenga, de cómo se maneje y de la capacidad crítica de los receptores. La historia ha demostrado que precisamente el acceso a la información objetiva ha estado limitado por los intereses de algunos grupos sociales a quienes les interesa desestabilizar, crear caos, dominar mediante la enajenación.

Ahora, no solo debemos mirar la necesidad de estar informados desde el punto de vista político, también desde el punto de vista de la toma de decisiones, pues muchas de éstas se toman a partir de la información o conocimiento que se tenga, por ejemplo, sobre algún medicamento que se vaya a tomar, sobre algún sitio al que se piense visitar, porque si estoy debidamente informada sobre la seguridad de algún lugar, así puedo decidir si voy o no a determinado sitio.

También hemos visto movilizaciones masivas de personas que atendieron a una falsa convocatoria de empleo o a buscar subsidios, comida o algún tipo de regalo y que ha propiciado caos y riesgo para la seguridad individual y colectiva no solo de los asistentes a estas convocatorias, sino de personas alrededor de estos eventos.

Pero también a la hora de juzgar sobre ciertas situaciones que se presentan, lo hacemos a partir de la información que se nos da, por ejemplo, como cuando estamos en época de elecciones, circula demasiada información sobre los candidatos, que incluye datos sobre su vida personal, como antecedentes, hoja de vida, preferencias religiosas, su familia, en fin, datos que dependiendo la manera como se presenten al público, pueden mover preferencias de votos de un lado a otro.

De ahí que el término posverdad o mentira emotiva, actualmente tenga tanta relevancia y la prensa y redes sociales son el puente ideal para proliferarla, especialmente en ámbitos como el político, en el que la manera de construir el discurso político y relacionarse con los ciudadanos se basa en la capacidad de generar confianza con unas afirmaciones y argumentos que parecen verdaderos, pero que en realidad ni lo son ni tienen base para serlo.

El ritmo y el volumen de información diaria al que está expuesto cada ciudadano hace que con frecuencia estas afirmaciones no se verifiquen y, cuando se hace y se muestra su falsedad, en realidad no tiene una consecuencia o repercusión para los responsables, manteniendo su estatus y legitimidad de cara a la mayoría de los ciudadanos.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, se hace inevitable recordar la necesidad de la educación mediatica y de la filosofía, en tanto que estas dos promueven algo bastante desgastado en estos tiempos, el pensamiento crítico, es necesario que las personas de todas las edades y con acceso a internet y a medios de comunicación en general, puedan ser capaces de poner en duda la información que se presenta, de cuestionar las fuentes y crear una postura sobre dicha información, es imperativo que sean los usuarios de internet, redes sociales y medios de comunicaciones quienes aprendan a seleccionar sus fuentes y a no reproducir información sin antes estar aseguros de ella, pues los intentos por parte de personas inescrupulosas por compartir información maliciosa nunca van a terminar.