Seguimos el resplandor y de pronto nos encontramos atrapados en una esfera transparente. En las paredes hay titulares de noticias y extractos de artículos de dos colores, azules y rojos. Los azules me llaman la atención porque son temas y noticias sobre viajes en bicicleta. La información en la pantalla parece confirmar todo lo que yo creo y pienso sobre el tema. Tuki, por su parte, se siente atraído por los titulares de color rojo y se encuentra con artículos sobre vuelos de pájaros. Entonces, decidimos intercambiar lugares y yo comienzo a leer los titulares de color rojo, mientras que Tuki lo hace con los de la sección azul.
¡Vera, esto es sorprendente! La información muestra un punto de vista que contradice lo que yo creía.
Tienes razón, Tuki. Yo tampoco sabía que había otras formas de ver los viajes desde el cielo.
Ni yo, en dos ruedas.
Parece que hemos caído en una trampa mental, buscando la información que refuerza nuestras creencias y rechazando la que las cuestiona.
Salgamos de la burbuja —dice Tuki con agudeza—, de la literal, pero también de la que tenemos en la cabeza.
Hola soy Juan Pablo Madrid-Malo de la Fundación para la Libertad de Prensa.
Imagina que entras a una reunión donde suena una música que no te gusta. El rechazo que sientes es normal y quieres salir cuanto antes, aunque probablemente no tengas claro por qué te desagrada. Ahora imagina cuál es tu sentimiento si la música es tu preferida. Probablemente quieras quedarte un rato en la reunión, ¿verdad? Pues bien, de esa misma forma funciona nuestro cerebro al preferir cierta información sobre otra.
En esta lección aprenderemos sobre un fenómeno llamado disonancia cognitiva, y tres sesgos que afectan la forma en que procesamos la información en general y las noticias en particular: la retención selectiva, el sesgo de confirmación y el olvido de la fuente. Estos sesgos son parte de lo que nos hace humanos, pero también pueden desviarnos cuando encontramos información que desafía nuestra visión del mundo o nuestros valores.
En primer lugar, la disonancia cognitiva fue el término que usó el psicólogo León Festinger para definir la discrepancia que hay cuando tenemos dos creencias o suposiciones contradictorias. Un ejemplo común es creer que fumar es malo para la salud, pero, a la vez, permitirse hacerlo habitualmente. Otro, podría ser creer que la democracia es la mejor forma de gobierno, pero también admirar algunos líderes autoritarios.
Al enfrentar esa contradicción, que es la disonancia cognitiva, surge un sentimiento de incomodidad o ansiedad. Para reducir este malestar, solemos utilizar algunas estrategias defensivas, y aquí es donde entra el sesgo. El sesgo es una predisposición que distorsiona nuestra capacidad para sopesar la evidencia y nos impide hacer un juicio acertado o preciso.
El primer sesgo se denomina retención selectiva, que es básicamente la tendencia a recordar solamente la información que confirma nuestras creencias existentes y a ignorar la información que las contradice. Por ejemplo, si uno cree que las vacunas no son seguras, puede aferrarse a repetir las historias de personas que tuvieron reacciones adversas cuando se vacunaron, pero descartar las historias de personas que no presentaron ningún riesgo. Este sesgo de retención selectiva puede producirnos una visión distorsionada de la realidad y una resistencia a cambiar de opinión, a pesar de las pruebas.
El segundo sesgo es el de confirmación, que es nuestra tendencia a buscar y prestar atención a la información que confirma nuestras creencias preexistentes y a evitar la información que las contradice. Por ejemplo, si uno cree que el cambio climático es un engaño, podría dedicarse únicamente a buscar fuentes de noticias que refuercen ese punto de vista. Generalmente, las redes sociales identifican esa tendencia y solo ofrecen información asociada. La tendencia a confirmar nuestras creencias nos puede conducir a una estrechez de miras y al desconocimiento de otras alternativas.
Un tercer sesgo es el olvido de la fuente, que es nuestra tendencia a olvidar o confundir dónde aprendimos cierta información o quién nos dijo ciertos hechos. Por ejemplo, ocurre con frecuencia que uno escucha sobre el rumor de que una celebridad ha muerto y es posible que uno no recuerde dónde lo escuchó o quién lo dijo, pero aún puede creerlo y difundirlo. Esto puede crear una cadena de transmisión de información errónea y creencias falsas basadas en una fuente poco fiable. El olvido de la fuente también puede afectar nuestra memoria sobre información más compleja como las decisiones políticas, teorías científicas o eventos históricos.
En resumen, la incomodidad que nos produce la disonancia cognitiva alimenta nuestros sesgos, que, a la vez, distorsionan nuestra capacidad de evaluar la información. Pero si somos conscientes de nuestros propios sesgos y nos damos la oportunidad de combatirlos, tendremos una visión más crítica.
Vamos a superar esa cómoda tendencia a encerrarnos en nuestras opiniones, o sea, como escuchar la música que nos desagrada y aprender algo nuevo de ella.
Como vimos, la retención selectiva de información, el sesgo de confirmación y el olvido de la fuente son tres obstáculos para la comprensión y producción de información de calidad.
Dijimos que la retención selectiva era una tendencia a recordar solo la información que está ajustada a nuestras creencias.
Para superar este sesgo, podemos intentar exponernos a mensajes que no coincidan con nuestros intereses, valores o creencias. También podríamos tratar de recordar y revisar los mensajes que podríamos haber olvidado o ignorado. Y un tercer consejo es llevar un recuento de la información que leemos o vemos, anotar los puntos principales y los mensajes que desafiaron nuestros puntos de vista y contrastarlos con las evidencias. Nunca olvidemos las evidencias.
Anteriormente explicamos que el sesgo de confirmación es la tendencia a buscar información que confirme lo que creemos.
Superar este sesgo implica hacernos conscientes de que tenemos suposiciones, no siempre la verdad, y de que buscamos información basados en nuestras preferencias. En segundo lugar, necesitamos una dosis saludable de escepticismo: dudar de la información que consideramos precisa y someterla a un proceso de verificación, sin importar si estamos de acuerdo con ella. También podríamos practicar la búsqueda de información contraria a la que creemos y arriesgarnos a conocer otros puntos de vista, sin ponernos a la defensiva.
Finalmente, hablamos del olvido de la fuente, que es la incapacidad de recordar dónde o cómo aprendimos algo.
Un tip para superar este sesgo es tomar notas, hacer fotografías o grabar notas de voz que nos ayuden a recordar las fuentes y a buscar más información sobre ellas, así podemos establecer una conexión que nos ayudará a recordarlas. Comparar las fuentes también nos permite tener elementos de juicio mucho más enriquecidos. Por ejemplo, si hay una noticia en un medio de comunicación podemos revisar en otro para ver si tienen la misma versión.
Nuestros sesgos son como unos anteojos de colores que distorsionan lo que vemos y por eso es clave aprender a identificarlos. Pero también debemos prestar atención, porque la información que producen los medios también puede tener algún tipo de sesgo.
Por ejemplo, si un medio hace parte de un grupo económico es probable que no denuncie algunos temas que podrían afectar sus propios intereses.
Es por eso que, además de hacernos conscientes de nuestros propios sesgos, desarrollar un pensamiento crítico implica aprender a identificar los posibles sesgos de las fuentes, los medios y las redes sociales donde se distribuye la información.
Tip 1 – Pedaleemos hacia lo desconocido: Explora caminos informativos diferentes para ampliar tus horizontes. Lee noticias de medios internacionales, sigue voces con opiniones diversas en redes sociales y participa en debates controvertidos.
Tip 2 – Mantengamos el escepticismo, otra vez: Cuestiona y verifica la información que consumes para evitar caer en sesgos y prejuicios. Consulta varias fuentes, revisa evidencias y contrasta la información con tu conocimiento y experiencia.
Tip 3 – Llevemos un diario de ruta: Registra el origen de las fuentes y evalúa su confiabilidad. Anota detalles como autor, fecha, tipo de medio y propósito para identificar posibles sesgos o intenciones.
Tip 4 – Ajustemos nuestros propios lentes: Reconoce tus sesgos y cuestiona tus preferencias. Reflexiona sobre cómo tus creencias y experiencias influyen en tu percepción de la información. Mantén una mente abierta y dispuesta a cambiar de opinión si encuentras argumentos sólidos.
Desórdenes informativos: sobreexpuestos e infrainformados en la era de la posverdad. (Del-Fresno-García, Miguel): Este artículo académico llama “desórdenes informativos” al conjunto de daños causados por la desinformación. Estos contribuyen a la formación de sesgos y grupos reacios a la evidencia.
El sesgo implícito. (Universidad de Texas): En este taller de educación mediática se explica a través de un video y una lista de ejercicios en qué consiste el llamado sesgo implícito, que es cuando las personas inconscientemente tienen actitudes hacia otros o asocian estereotipos con ellos. El recurso es una ayuda pedagógica clave para trabajar los sesgos con estudiantes.
Seis sesgos que afectan la objetividad de un periodista. (Fundación Gabo): Este artículo describe seis sesgos que pueden afectar el trabajo de los periodistas, los cuales fueron identificados por David Leonhardt, crítico de medios de The New York Times.
Cuando leas esto entenderás por qué abundan titulares engañosos sobre Francia Márquez. (El Armadillo): En este artículo periodístico se hace un análisis de la manera en que algunos medios masivos de Colomba cubren las noticias sobre la vicepresidenta Francia Márquez.
Vera y Tuki están a punto de conocer un personaje particular, un ferviente creyente en teorías de la conspiración que desafiará sus percepciones de la realidad. Este encuentro los llevará a una reflexión profunda sobre el poder de las creencias extraordinarias. ¿De quién se tratará?