El más humano de todos los derechos

Hola soy César Paredes, subdirector de la Fundación para la Libertad de Prensa.

Cuando pensamos en los derechos humanos, generalmente pensamos en derechos como la vida, la libertad o la igualdad. Pero, ¿qué tal si hubiera un derecho que se destaque por ser el más humano de todos? ¿Un derecho sin el cual todos los demás podrían correr peligro de ser vulnerados?

Esto es lo que piensa Eric Heinze, un experto en derechos humanos que ha denunciado a regímenes autoritarios y ha trabajado en organizaciones como Amnistía Internacional, acerca de la libertad de expresión. Para él, la libertad de expresión lo es todo. En su libro El más humano de todos los derechos. Por qué la libertad de expresión lo es todo (The Most Human Right. Why Free Speech is Everything) incluye cinco poderosos argumentos para defender esta idea. Veamos.

Primero, los derechos humanos implican una nueva forma de pensar sobre la justicia. Después de la Segunda Guerra Mundial, los diplomáticos se reunieron en las recién creadas Naciones Unidas para redactar la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Estos delegados creían que todos los seres humanos tienen derecho a la vida, derecho a no ser torturados, derecho a no ser arrestados o encarcelados arbitrariamente, etcétera, etcétera. Pero inmediatamente los críticos dijeron que eso es lo mismo que hacen otros sistemas de justicia como los que ofrece el cristianismo, el confucianismo, el budismo o el islam.

Sin duda, los derechos humanos recogen principios que están en la base de creencias milenarias, ¿pero qué es lo que hace diferente su contribución a un mundo más justo? Los derechos humanos cambian radicalmente el concepto de justicia, pues ya no se trata de un sistema basado en la voluntad de un soberano, sino en que todos estamos habilitados para exigirlo y eso solo se puede hacer en la medida en que se garantiza la libertad de expresión.

Eso nos lleva al segundo argumento. Para comprender verdaderamente por qué la libertad de expresión es tan importante, debemos distinguir entre los derechos humanos y los bienes humanos. Mientras que los bienes humanos son cosas que necesitamos para vivir una buena vida, como la comida, la vivienda y una buena atención médica, no se convierten en derechos hasta que podemos exigirlos, porque sabemos que somos integrantes libres e iguales de una sociedad. Entonces, la diferencia clave entre bienes y derechos es que los primeros los necesitamos, pero los segundos solo podemos hacerlos efectivos cuando los reclamamos. Hay muchas formas de exigir derechos: a través de campañas públicas, el arte, litigios judiciales y los medios de comunicación. Todos esos canales requieren libertad de expresión.

Una dictadura puede proporcionar muchos bienes, pero nunca en forma de derechos, porque precisamente lo que distingue a un régimen totalitario es que puede cancelar la libertad de expresión, de repente y sin previo aviso. Así se trate de un gobierno benévolo que proporciona comida, vivienda, seguridad, entre otros bienes, si no le permite a un o una ciudadana cuestionar y exigir abiertamente estos bienes, no es un Estado garante de derechos.

Tercero, la libertad de expresión no es un derecho más. A menudo se le considera uno entre muchos derechos, pero en realidad es la base de todos los demás. Muchos expertos están de acuerdo en que necesitamos libertad de expresión para reclamar y hacer efectivas esas demandas, pero argumentan que también necesitamos comida, un techo y otras garantías similares. Para ellos, todos los derechos son igualmente importantes.

Pero, la verdad es que sin libertad de expresión, no podemos abogar por los otros derechos, o desafiar a aquellos que tratarían de negárnoslos. Ya dijimos que otros sistemas de justicia podrían defender una nutrida lista de bienes para repartir, pero sin libertad de expresión ese listado no tendrá un significado distintivo.  En resumen, la libertad de expresión es el guardián de todos los demás derechos humanos.

Cuarto, hasta que se reconozca la libertad de expresión como la base de todos los derechos humanos, no podremos decir que exista ningún sistema universal. En gran parte del mundo la ciudadanía no cuenta con la posibilidad de quejarse, exigir y protestar, a pesar de que existen tratados y organizaciones internacionales que buscan promover los derechos humanos. Denunciar o exigir cambios supone peligros para ellos, sus familias y amigos. De ahí que cualquier esfuerzo por aumentar los estándares de protección de derechos será incompleto e ineficaz mientras no exista la libertad de expresión.

Hay observadores de estos países que pueden elogiar los avances en la protección de algunos bienes, pero, desde la perspectiva de los derechos humanos, eso no tiene sentido si no hay un compromiso real con la posibilidad de expresarse para convertirlos en derechos. Afirmar el apoyo a los derechos humanos, pero no proteger la libertad de expresión es una forma de hipocresía.

Quinto, la libertad de expresión no siempre es suficiente para garantizar los derechos humanos, pero es una condición necesaria. Si bien la libertad de expresión por sí sola no puede garantizar que se respeten todos los derechos humanos, es una condición previa necesaria para su protección. Un país que cuenta con una libertad de expresión relativa no necesariamente protegerá los derechos humanos; pero, por el contrario, los países que tienen sistemas de derechos humanos fuertes se caracterizan por proteger con más esmero la libertad de expresión.

Al final, está claro que la libertad de expresión no es solo un derecho humano entre muchos, sino el que le da sentido al sistema de derechos humanos, es el cimiento de una sociedad justa y libre. Según Heinze, es el derecho más humano de todos porque custodia a todos los demás. No es que la libertad de expresión sea más importante para la supervivencia que la comida, la vivienda o la educación, sino que la libertad de expresión es una condición necesaria para que estos bienes se conviertan en derechos.